Así iteramos WeCover hasta llegar a México!

Damián Abiricha - Backend Lead

Dicen que los eventos de nivel mundial, como lo es en este momento la pandemia, no cambian el curso de la historia, la aceleran. Después de 4 meses desde la llegada del virus al país, vimos a lo largo de todo el mundo como, además del avance del virus, avanzó también la influencia de la tecnología. Empresas que jamás usaron una herramienta de comunicación online, se encuentran hoy trabajando 100% a través de herramientas como Slack, Zoom, Hangouts, entre otras. Servicios que previo al virus no se movían más allá de CABA, hoy realizan envíos a todo el país. De hecho todos conocemos a alguien que comenzó un emprendimiento a través de Instagram u otra red social para “reinventarse” (palabra que cada vez se escucha mas en los medios para definir, en general, el pase de una empresa al mundo digital) y tratar de crear algo de valor en medio de una cuarentena.

Habiendo dejado en claro que todo el mundo esta migrando hacia la tecnología de una forma u otra, también hay que admitir que por más que el pase a la tecnología suene moderno e innovador, éste pase viene de la mano con mucho conflictos y problemas cotidianos. En los últimos meses se viralizaron varios videos de estudiantes que (sin darse cuenta) dejaron la cámara o el micrófono prendidos mientras cursaban una materia de forma online, y terminaron pasando un mal momento frente a todos. También hubo profesores y oradores que decidieron probar a fondo el uso de las apps que utilizan y terminaron dando charlas con un filtro de pantalla que les convertía la cara en una papa porque no supieron quitarlo una vez que lo pusieron. Y ni hablar de la infinidad de problemas técnicos y de usabilidad, entre ellos, la falta de wifi, los cortes de luz, la dificultad para manejar una aplicación, el no saber cómo volver un paso hacia atrás, ni cómo enviar archivos, ni compartir pantalla.

Pero, lo que en realidad hay que destacar de la gran mayoría de problemas mencionados anteriormente, es que NO son culpa del usuario. Así es, de ninguna manera podemos pensar que el usuario tiene la culpa de no saber manejar a la perfección una de las herramientas digitales que usa, dentro de las mil millones que existen. Hoy la vida nos pasa por mucho más que solamente el Word y la casilla de mails, y es para solucionar este problema que “nacieron” los llamados “diseñadores UX/UI”.

Estos diseñadores, en muy pocas palabras (acá podes leer un poco más al respecto), se encargan de que vos, como usuario, encuentres todo lo que buscas dentro del producto digital que estés usando, ya sea una app, una web, un reloj inteligente, el tablero de un Tesla, básicamente cualquier cosa que tenga una pantalla. ¿A qué me refiero con “encontrar”? Me refiero a que el diseñador va a buscar que el usuario pueda hacer uso de una de las funciones de un producto, de la manera más rápida y simple posible. Un ejemplo concreto de todos los días, cuando abro la app de WhatsApp, la primer pantalla que veo es la de los chats que estoy usando, y me muestra las conversaciones ordenadas de forma cronológica, es decir, me muestra más arriba en la pantalla a aquellos que me escribieron más recientemente. Aun que parezca completamente obvio, detrás de eso hubo un diseñador pensando cuál era la mejor forma posible de mostrarle sus mensaje a un usuario de WhatsApp. Ya sea a través de la interfaz (diseño UI), haciendo que un botón llame más la atención que cualquier otro elemento en la pantalla, o través de la lógica y usabilidad del producto (diseño UX), haciendo que las acciones principales de la app estén a la vista en todo momento, los diseñadores buscan hacerle la vida más simple y a prueba de errores a las personas que se están apoyando en la tecnología en estos tiempos de distanciamiento social.

Lamentablemente, la palabra diseño suele verse únicamente como sinónimo de arte, inspiración, estética y gente dándole color a las cosas. Y si bien es así, no se le hace justicia al otro 99% del trabajo que hay detrás de lo que se termina viendo. Porque si creían que atrás de un producto no hay más que eso, se olvidaron de las horas de investigación y análisis de datos que hay que realizar, de los flujos de navegación, de las protopersonas, de las validaciones con usuarios, de los testeos, de las iteraciones sobre el producto y de tantos otros procesos por los que pasa el diseñador en un proyecto. Por suerte la idea no es hablar esto que sucede, si no de cómo está cambiando.

En un mundo que de pronto demanda el uso de productos digitales para desenvolverse en su día a día, y en donde la competencia esta literalmente a un click de distancia, el rol de los diseñadores comienza a tener un peso cada vez más grande. Y esto se debe principalmente a que ya no gana el producto que primero “la pegó”, si no que gana el producto que mejor experiencia le otorga a sus usuarios a lo largo del tiempo. No es ninguna casualidad que cada vez se elijan más los bancos digitales y cada vez menos los bancos tradicionales. Ni que un restaurante que te lleva la comida a casa tenga más demanda que uno sin delivery. En el mundo de hoy, aquel que mejor se acomoda a las necesidades del usuario, gana.Entonces, ¿de qué manera están trabajando las empresas para darles a sus usuarios esa experiencia que no pueda darles la competencia? Bueno, algunas contratan a diseñadores expertos en “motion”, que es la disciplina que trabaja sobre el movimiento de los elementos en un producto, para captar la atención de los usuarios y guiarlos de manera más efectiva a través del producto. Otras se dedican a expandirse a mercados a los que no se suele apostar. Por ejemplo, Webflow, plataforma para el desarrollo de páginas web, contrató a dos líderes del área de accesibilidad para trabajar sobre aquellos aspectos del producto que no pueden ser aprovechados por personas con una discapacidad visual o auditiva. Otros buscan expertos en arquitectura de la información, para generar el mejor flujo posible para los usuarios y que éste se sienta en control cuando maneja el producto y no al revés. Otras buscan diseñadores de ilustraciones, que a través de éstas mismas o de iconos, generen una estética que le dé una personalidad única al producto. Y también hay casos en donde se rediseña por completo el producto de la empresa para comenzar a encajar dentro de las necesidades del usuario. Hay por ejemplo muchos bancos que no son digitales, pero que sin embargo tienen uno o mas productos digitales para otorgarle cierta comodidad a sus clientes a la hora de hacer transacciones, pago de servicios y gestión de cuentas.

Como dijimos al principio, la historia no esta cambiando de curso, esta acelerando, pero por suerte para todos, esta acelerando hacia la búsqueda de experiencias cada vez mejores. Por suerte para el usuario, porque los productos que usa en su día a día, se pelean para ver quién lo escucha más claro y quién la responde más rápido. Y por suerte para los diseñadores, que son el oído de éstos productos y que como tal, se van a encargar de prestarle atención a cada uno de sus usuarios para que todo lo que hagan, lo hagan pensando en ellos.